jueves, 13 de febrero de 2014

La penúltima vez

Otra, vamos... ¿No hay huevos o qué? No me vengas con que es suficiente. No me digas que es tarde. No me digas que la música está demasiado alta. No me digas no... No me lo digas a no ser que quieras que la próxima vez yo te diga también no. Y no quieras oir de mi boca un no, porque eso significa exactamente eso y no hay resquicio para un quizás.

¿Qué esperabas? Y sé que ya no tenemos veinte años ¿y qué? Ahora todo sabe mejor porque a pesar de que la resaca me dura más de un día ahora sí que merece la pena la bajona. Es cuestión de querer sentir las heridas en la cabeza y en el cuerpo de los arrebatos de esta noche, las gloriosas sombras nocturnas que mañana se convertirán en dolorosas pero dulces luces que deslumbran y traen ese regusto que llevas tanto tiempo sin paladear. Ahora todo tiene mucho más sentido porque es buscado, es a salto de mata, es de cuando en cuando y no es como entonces, el mecánico ritual de cada jueves o viernes o sábado, o de todos esos días juntos y muchos más. Ahora yo escojo cuándo y dónde, pero sobre todo por qué, aunque esta noche haya sido un "por qué no".

Mírame; levanta la cara, enfoca tus ojos y mírame. Quítate eso que te sobra de la nariz y mírame de una vez. Después de todo, esto es como amarte sin tocarnos un pelo, imaginando más cosas de las que ahora estaríamos dispuestos a hacer, pero creyendo que podemos batir el récord de salto de longitud; o de polvos seguidos. Mírame, no me jodas, hace tiempo que no nos veíamos y sé perfectamente que deseabas esto tanto como yo.


Venga, otra y después ya no habrá nada en el mundo más que tú y yo. Al menos hasta mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario