martes, 28 de mayo de 2013

Lejos, cerca.

Es como si lo viera, como si estuviera allí mismo sintiendo que me atraviesa el cuerpo el gélido y persistente viento que suele recorrer de norte a sur el desolado páramo donde se encuentra la cabaña. Cierro los ojos; recuerdo con precisión ese lugar donde solo un cercano bosquecillo, con su amorfa y nevada figura, rompe la monotonía de un paisaje blanco en aquel confín tan poco agradable para la existencia humana. No se me ocurre un sitio mejor para ti que ese. Sí, allí debes pasar una buena temporada sin que el resto del mundo tenga noticias sobre ti, alejada de todos los que tanto hicieron en los últimos tiempos que la vida -nuestra vida- fuera un martirio.
No le deseo a nadie pasar por esto, saber que tú estás tan lejos y vivir con la agonía de no tener noticias de ti, e incluso ser consciente de las pocas posibilidades que tenemos de que nos volvamos a ver, pero mi conciencia no estaría en paz si no tengo la certeza de que al menos existe un lugar en la Tierra donde nadie te haga daño otra vez. Allí estás a salvo. Ahora solo nos queda rogar porque algún día esa gentuza piense que nos hemos evaporado definitivamente, se olviden de nosotros y nos dejen en paz. Cuando por fin ese horror vivido que tanto nos pesa se convierta simplemente en un amargo pasado, solo entonces podremos volver a estar juntos.


Estás lejos de todos pero yo te siento a mi lado.

3 comentarios:

  1. Todos necesitamos un lugar dónde desaparecer en algún momento de la vida, incluso para los más queridos. Me alegra mucho volverte a leer. Ahora no desaparezcas. Un abrazo querido amigo.

    ResponderEliminar
  2. Así es, querido releante. Desaparecer para volver a aparecer. Un abrazo muy fuerte.

    ResponderEliminar
  3. Hola papaPop, pásate por mi blog que te he dejado una cosita para ti amigo. Un abrazo

    ResponderEliminar