sábado, 3 de marzo de 2012

Un sorbito y después otro

Es delicioso desayunar en fin de semana. Levantarse tranquilamente e ir a la cocina a prepararte un zumito de naranja. Despacio, una a una las naranjas van pasando del estado sólido al líquido y después a tu boca. Mirar por la ventana y posar la mirada en ningún sitio, soñar que estás en otro lugar, eso está bien. Luego, pausadamente, haciendo meditación entre sorbo y sorbo, tomarse un café recién hecho con leche o un chocolate bien calentito. Acompañarlo de una buena porra o de un cruasán de mantequilla es alcanzar un estado cercano al máximo placer. Sé dónde conseguirlas porque conozco excelentes churrerías y magníficos obradores con los mejores cruasanes y porras de la ciudad. Y si a todo esto lo acompaño de algo tan relajante y optimista como cualquier canción de Henri Salvador, probablemente esté disfrutando del mejor momento de la semana.
Desayunar en fin de semana es un ejercicio de reencuentro con uno mismo, disfrutando del placer de perder el tiempo porque hoy no tienes prisa.


Deberíamos desayunar todos los días como si fuera fin de semana. Nos iría mejor.

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