viernes, 2 de diciembre de 2011

Magia

Estoy viendo atardecer mientras me balanceo en la hamaca del porche de mi cabañita. Con el paso de los años se ha convertido en un ritual y no dejo de hacerlo aunque las nubes sean mayoría en el cielo, algo habitual por estas latitudes y en esta época del año. Aunque he visto miles de atardeceres, ninguno es igual a otro; por eso siento el mismo escalofrío de la primera vez, cuando me senté a tu lado y, mirando al sol con los ojos entreabiertos, me enseñaste a sentir la magia de un momento en el que el día ya no es día y la noche aún no ha llegado.
Una cálida brisa mece las palmeras y encrespa unos milímetros las pequeñas olas que el mar deposita en la playa.


No se oye prácticamente nada, tan solo antiguas canciones que airea lánguidamente un lejano y viejo transistor.

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