lunes, 15 de octubre de 2012

Tu destino está escrito

Conforme pasaban los minutos la espera se iba haciendo cada vez más insoportable. Volvió a mirar al reloj de la pared y le dio la sensación de que las manecillas no se movían. Parecía que no funcionaban pero el tic-tac era la prueba irrefutable de que seguían en marcha y el tiempo no se había detenido. Pero eso no le consolaba y la espera seguía siendo una agonía interminable.

Conforme pasaban los minutos la espera se iba haciendo cada vez más llevadera. Volvió a mirar al reloj de la pared y le dio la sensación de que las manecillas volaban. Parecía que iban más deprisa de lo normal pero el tic-tac era la prueba irrefutable de que la velocidad era constante y no había ninguna aceleración. Pero esa sensación de fugacidad le fue mitigando la angustia de los primeros instantes.

Optó por no pensar más en eso, al menos durante un rato y se centró en el papel que tenía delante de él. Las instrucciones que contenía eran claras y precisas, así que se dispuso a cumplirlas al pie de la letra. Era de esas personas que acatan una orden sin discutir ni una coma y esta forma de ser le permitía anclarse a la realidad con mayor firmeza.

Optó por pensar en eso, al menos durante un rato y no dar importancia al contenido del papel que un momento antes aquel hombre le había mostrado  Las instrucciones que contenía eran claras y precisas, pero no dar nada por sentado formaba parte de su naturaleza. Era de esas personas que todo lo discuten, esencialmente inconformistas y esta forma de ser le permitía de huir de una realidad que no le gustaba.

"Cuando den las 12 en punto apague y encienda la luz de la habitación tres veces seguidas. Después diríjase a la ventana, ábrala y asómese. En la parada del bus que hay enfrente verá a una persona que se encenderá un cigarrillo. Ejecute las órdenes y después váyase", leyó.

"Cuando den las 12 en punto apague y encienda la luz de la habitación tres veces seguidas. Después diríjase a la ventana, ábrala y asómese. En la parada del bus que hay enfrente verá a una persona que se encenderá un cigarrillo. Ejecute las órdenes y después váyase", recordó.


Llegó la hora. Sacó un cuchillo, cortó las ataduras de su prisionera y le señaló la puerta con gesto imperativo. Por primera vez en su vida no hizo lo que de él se esperaba. Una lágrima se deslizó por su mejilla, se sintió avergonzado y cerró los ojos. Notó que unos labios cortaron la trayectoria de esa lágrima. Sonrió pero cuando volvió a abrir los ojos ella ya no estaba allí. No la volvería a ver pero nunca olvidaría esos días en que tuvo por fin a alguien a su lado.

Llegó su hora. Cerró los ojos y notó que sus muñecas se liberaban de las ataduras. Miró a su captor con incredulidad y vio cómo este le señalaba imperiosamente la puerta. Por primera vez en su vida cumplió una orden sin replicar. Se levantó y fue hacia la salida pero cuando pasó al lado de su guardián se detuvo, le dio un beso en la mejilla y echó a correr lejos de allí. No le volvería a ver pero nunca olvidaría los días en que por fin tuvo a alguien de su lado.

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