viernes, 20 de enero de 2012

El instante que pudo cambiar una vida

- Perdona... ¿tienes hora?
- Sí claro...mmm... las 11 y cuarto.
- Gracias.
- De nada, hasta lue...
- Espera, ¿sabes dónde está la calle Coronel Vicente Hernández?
- No me suena... ¡Ah, ya sé!. Sigue por ésta misma hasta que llegues a un chino y nada más pasarlo, la primera a la derecha. Es una calle muy pequeñita, no tiene salida.
- Lo sé, allí vivo yo. En el número 2.
- ¿Me estás vacilando?.. Adiós.
- Un momento... ¿tienes fuego?
- No fumo.
- Haces bien. Bueno, en realidad yo tampoco pero...
- Que te den. Si quieres entretenerte, mira a esos del semáforo que hacen malabares.
- Espera, no quiero molestarte. Te he visto venir de frente y ha sido como una aparición. Tenía que hablar contigo.
- Pues las apariciones a Lourdes.
- No, en serio ¿Nunca te ha ocurrido que hayas visto a alguien por primera vez y sepas desde ese mismo instante que es la persona con la que quieres pasar el resto de tu vida?
- Pues déjame que piense... ¡NO! Adiós.
- Espera por favor. Por favor.
- Oye, ya está bien. ¿Dónde está la cámara?
- Te invito a un café: cinco minutos y te vas. Solo eso, cinco minutos.
- Yo no me tomo nada con desconocidos así que inténtalo con otra. Me voy.
- ¡No! Esto no lo hecho con nadie en mi vida y no lo volveré a hacer. Tienes que saberlo: tú eres TÚ. Las demás nunca serán TÚ. Tú no eres cualquiera, eres justo la parte que me falta. ¡Cásate conmigo!
- A ti te falta algo en la cabeza. Mira, reconozco que has sido creativo y que nunca me han entrado así, pero deja que te diga una cosa: yo soy YO y no quiero ser tu TÚ. Sólo quiero coger el Metro y llegar a mi casa.
- ¿Volveré a verte?
- Ja ja ja. Eres un cachondo. Adiós.

Ella dio la vuelta y se marchó dando grandes zancadas. A él le pareció que ella se alejaba como a cámara lenta. Él creyó que su vida se había acabado en ese preciso momento, aunque viviese todavía 50 años más.

Al entrar en la boca de Metro ella se paró en los primeros escalones, se giró y vio que él continuaba allí. Dudó un instante pero meneó la cabeza y continuó bajando las escaleras.
"Y por qué me iba a tomar un café con él".


- Perdona... ¿tienes hora?

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